Es un hecho que el legado que el Capitán América representa tras su escudo es más grande que su impoluta nobleza y heroico patriotismo. Y es que estas características han sido las culpables de que el personaje creado por Joe Simon y Jack Kirby armase rápidamente una mastodóntica base de fans y se ganase un espacio aún más notorio en la cultura popular contemporánea. Obviamente, respaldado por esa efervescente fiebre hacia los superhéroes que se ha mantenido ingobernable durante las ultimas 2 décadas. Estos factores no han hecho más que lograr que este personaje se consagrase como una de las figuras más emblemáticas, no solo de las viñetas, si no del monstruoso y billonario Universo Cinematográfico de Marvel. Y en esas, llega Capitán América: Brave New World.
Han sido muchas las adaptaciones fílmicas y televisivas de este personaje, que a lo largo de los años han ido mostrándonos ese heroísmo impoluto a través de las perspectivas de distintos actores y directores. Ahora bien, como es sabido, uno de los últimos en enfundarse en el traje del Capitán América ha sido Chris Evans, quien por fortuna propia, lo hizo en un contexto donde el cine de superhéroes había iniciado un auge y apogeo apabullantes con el naciente UCM. Con 3 películas individuales a cuestas, Evans se convirtió en el rostro que más encajó en el valórico y ajustado molde del íntegro héroe, portando con orgullo el icónico escudo de Steve Rogers y haciendo que una nueva generación empatizase con el cándido, patriótico e incorruptible héroe de Marvel Comics.
Durante casi una década, el personaje interpretado por Chris Evans fue uno de los cimientos e hilos conductores que entretejieron las inconmensurables tramas que propuso UCM para construir su solida Saga del Infinito, que concluyó con uno de los eventos más ambiciosos que la casa comiquera nos había entregado hasta ese momento, Vengadores: Endgame. Este filme no solo significó el cierre de casi 11 años de heroicas y emocionantes narrativas, sino que también sirvió de despedida para algunos de los héroes sobre los que el UCM construyó sus cimientos. Entre ellos Iron Man, la Viuda Negra y el mismísimo Steve Rogers, quien cerraría su arco de una manera convenientemente novelística y sensiblera, que de hecho abrió un perenne debate al auto inmolarse por vivir la vida que siempre soñó a lado de su eterna amante, Peggy Carter.
Y si bien es cierto que Vengadores: Endgame puso fin al arco de Steve Rogers en el UCM, esto brindó la oportunidad perfecta para que el manto fuera entregado a un personaje que había quedado relegado a ser el acompañante de este mismo. Sí, hablamos de Falcon (por entonces Sam Wilson, ahora Joaquín Torres). Y aunque el fandom sigue moviendo el avispero sobre si este o Bucky merecían el honor, al final el personaje interpretado por Anthony Mackie sería quien se enfundaría en el traje y portaría el flamante escudo.
Sin embargo, pasaría un tiempo para que viésemos en acción a Mackie. Con la la Saga del Multiverso aún en pañales, Marvel le daría la oportunidad a este de protagonizar su propia serie, Falcon y el Soldado del Invierno, que serviría de interludio y transición hacia la cuarta entrega del Capitán América. Ahora, tras una exuberante cantidad de obstáculos, se acaba de estrenar esta misma semana, así que vamos a desentrañar esta nueva odisea que propone el UCM en nuestra crítica de Capitán América: Brave New World.
Intentando seguir los pasos de Capitán América: El Soldado de Invierno
Sin temor a equivocarme, podría decir con firmeza que Capitán América: El Soldado de Invierno es mi película favorita de todo el UCM, incluso superando a la mismísima Vengadores: Endgame. Y es que esa manera magistral de manejar el suspense, bajo la sombra de un thriller político que osa tratar encajar en el mundillo de los superhéroes, hizo que este filme me sedujese totalmente y me hiciese solidificar esta idea hasta el día de hoy.
De esa agua intenta beber Capitán América: Brave New World, aunque se queda corta en la misión. Y si bien quedan vestigios de esta aparente intención en su mutilada trama y el entrevero político que propone, manteniendo algo dinámico en su adormecido guión, lo hace de una manera un tanto torpe, tornando algo predecible ese concepto de «no confíes en nadie» con momentos bastante pronosticables incluso desde el inicio del filme.
Desde esa perspectiva, podríamos decir que esta cuarta entrega desaprovecha todas las oportunidades de incluso superar a su segunda hermana cinematográfica. Y es que incluso las apuestas que propone parecen más jugosas que las de su predecesora, aventajándola notoriamente en la terna actoral, con actores de la talla de Harrison Ford y Giancarlo Esposito. Sus personajes parecerían augurar una amenaza sólida, pero solo se convierten en el gancho promocional de la película. Además, el contexto en el que se desarrolla la trama respecto al UCM parece allanar el terreno para que Capitán América: Brave New World desafíe de tú a tú a Capitán América: El Soldado de Invierno. Sin embargo, y aún así, a pesar de contar con la ventaja de tener un terreno más nutrido respecto a conexiones con otros proyectos, desaprovecha ambas de una manera bastante mediocre.
Pagando el precio de los reshoots
Los reshoots en Hollywood son algo cotidiano, respaldado básicamente en la mejoría de un largometraje o en la adición de metraje que asegure la pulidez de este mismo. Y aunque es cierto que este término no ha sido muy bien visto desde la perspectiva fílmica de los superhéroes, causando muchas veces un efecto inverso enorme como el de Escuadrón Suicida, parece ser que para Marvel Studios esto ya se ha convertido en un ritual imprescindible en sus productos cinematográficos (e incluso televisivos).
Por tanto, como era de esperar, Capitán América: Brave New World no iba a ser la excepción, aunque esto Marvel se lo haya tomado muy literal. Eso sí, esta vez obligada por las circunstancias.
Desde el inicio de su producción, esta película vio truncada su realización. Primero, por la huelga de guionistas y actores/actrices. Posteriormente, lo hizo por entretejer entre su trama hilos muy tensos que abordaban situaciones que, paradójicamente, coqueteaban con el contexto político contemporáneo. Claros ejemplos son su título inicial, New World Order, o la incorporación de una heroína Israelí, hechos que parecían sobrepasar lo pretencioso. Por tanto, inevitablemente, los reshoots tocaron a la puerta y los cambios no fueron pocos precisamente. Desde el corte absoluto de miembros de la Sociedad Serpiente como los interpretados por Seth Rollins (luchador de la WWE) y Rosa Salazar (Iguana, quien incluso pudo haber llegado a un corte final del filme, a juzgar por el lanzamiento de los promocionales de McDonalds), hasta cambios de última hora como la alteración en el diseño final del Líder, todos estos cambios hicieron que este largometraje se convirtiese en un caos logístico para Marvel Studios.
Cómo consecuencia directa, la película termina presentando un ritmo inestable y poco dinámico. Además, las adiciones de último minuto, específicamente la de Giancarlo Esposito como el líder de la Sociedad Serpiente, se sienten poco aprovechadas, teniendo en cuenta el rango actoral de este. Por otro lado, la constante mutilación de escenas se torna moderadamente perceptible, desenfocando la nitidez que el espectador debería tener respecto al desarrollo de personajes (a excepción del arco de Thunderbolt Ross).
Pero no todo es malo, ya que he de confesar que el conflicto bélico que propone la película sí me pareció magnético (sobre todo una escena previa al tercer acto). Además, la tensión, a pesar del ritmo y lo predecible, se maneja de una manera bastante inteligente, aún cuando todas las sorpresas quedaron arruinadas por la absurdez de Marvel Studios de evidenciarlas en la promoción de la película. Así pues, parece ser que el principal enemigo del gigante comiquero siempre resultó ser su departamento de marketing.
Entre sus pocas virtudes, también vale la pena resaltar un aspecto que sostiene el vago dinamismo del filme. Se trata del dueto protagonista formado por Anthony Mackie como Capitán América y Danny Ramírez como Joaquín Torres / Falcon, cuya química logra traspasar la pantalla añadiendo ese elemento humorístico clásico de la plantilla Marvel. La propuestas funciona bastante bien, haciendo que por momentos olvides lo mediocre de la escancia del filme.
Los villanos. ¿17 años para esto?
Ya teníamos claro lo que nos esperaba en esta odisea protagonizada por Anthony Mackie y a qué amenazas haría frente. La escena final de El Increíble Hulk había dejado un cabo suelto que, 17 años después, ya parecía haberse disipado. Por ello, el hecho de que Marvel quisiera responder a esa cuestión casi dos décadas después pareció, por decirlo de alguna manera, un as sacado de la manga.
Y es que la mente maestra detrás de esta conspiración, resulta ser El Líder, personaje que vimos ser irradiado por rayos gamma hacia el cierre de El Increíble Hulk, y quien para sorpresa de todos revela haber estado manipulando a Thunderbolt Ross desde entonces. Por ello, Capitán América: Brave New World nos brinda una nueva perspectiva sobre el hilo narrativo en el UCM, ya que esta revelación sugiere que el personaje interpretado por Tim Blake Nelson habría tenido influencia directa en algunos sucesos canon del UCM.
Pero ahora vamos a hablar de lo más importante: ¿Realmente su amenaza compensa los 17 años de espera?
La respuesta es no. Y es que a pesar de que al inicio de la película el aura que emana el personaje es bastante tétrico, posteriormente se convierte en una especie de híbrido entre Baron Zemo y El Acertijo con las mismas intenciones, pero con la osadía de jactarse de ser intelectualmente superior. Curiosamente, esas intenciones no se reflejan en el desarrollo del personaje en la película, quien con alguna decisiones un tanto cuestionables termina cayendo en el pozo de los villanos olvidables.
Ahora vamos a hablar del plato fuerte de esta propuesta, el Hulk Rojo de Harrison Ford. Siendo 100% honesto, hubiera preferido que la promoción de la película no se hubiera enfocado tanto en él, y es que el hecho de que Marvel lo haya usado como carnada publicitaria le juega muy en contra, teniendo en cuenta un insuficiente tiempo en pantalla que no compensa el desarrollo previo a su conversión y termina lastrando la redondez en el arco del personaje de Ford.
Los apartados técnicos se fueron de año sabático
Si algo se le ha criticado a Marvel en su era post-Vengadores: Endgame, son sus apartados técnicos. Estos reclamos ya se habían presentado en su fase cinematográfica previa, pero no con tanto furor como en estos últimos años.
«Más calidad que cantidad«. Ese ha sido el lema bandera de los principales debates sobre la evolución del UCM (técnicamente hablando), y es que parece ser que la raíz del problema lo encontramos precisamente en la no priorización de pulcritud técnica de los filmes que el estudio propone anualmente, enfocándose más en cumplir con las fechas estimadas de entrega, que en brindarle al público un producto de calidad.
Orientando el foco hacia esta cuarta entrega del Capitán América, debemos decir que aquí esto de la calidad se hace más palpable, muy probablemente por la estrambótica cantidad de fotografía adicional, por lo que evidentemente este no termina siendo el mejor producto que Marvel ha presentando. Empezando por la fotografía, que muestra un nulo esfuerzo por deleitar con sus fotogramas. Siguiendo con las coreografías de acción, que son decentes pero no danzan al compás de una película de este calibre (recordemos la exquisita acción previa de las otras películas del personaje). Y terminado por la banda sonora original, que para ser honesto, ni siquiera percibí.
Ahora vamos a hablar de un apartado que ha sido el talón de aquiles de toda la Saga del Multiverso: el bendito VFX. Valgan verdades, no es lo peor que pone sobre la mesa esta película, y hay que resaltar el pulido trabajo en el CGI de Hulk Rojo (más notorio en los primeros planos) y en algunas secuencias de acción (específicamente la de la Isla Celestial). Esto contribuyen a la inmersión en la película, limitada por los problemas mencionados anteriormente y por un puñado de escenas que puedes identificar a kilómetros que son reshoots.
Conclusiones
Capitán América: Brave New World es una película que plasma todo el caos que Marvel Studios ha venido manejando con sus últimos estrenos cinematográficos en una escala más tosca. Lo demuestra su sesgado guión, que se mantiene palpitante gracias al milagro que supone su vagamente sugestivo entrevero político, que se sostiene bajo una terna actoral de lujo, pero que solo sirve como gancho publicitario para un producto que francamente intenta vendernos un Capitán América: El Soldado de Invierno 2.0.