¿Pueden creer que me he rehusado a ver El Mago de Oz hasta el día de hoy? Pues sí. Mis manías me han llevado al límite de no permitirme verla si no es en una sala de cine. Probablemente mi indiferencia hacia el séptimo arte, que dicho sea de paso despertó a los 17 años, sean las culpables de que me haya privado de presenciar esta oda fantástica que fungió de cuna para el olvidado Technicolor.
Por eso mismo me fue indiferente el hecho de que existió un musical tan popular como el protagonizado por Glinda, que dicho sea de paso tuvo tal éxito que no solo rompería la taquilla, sino que también cruzaría fronteras e idiomas, siendo adaptada teatralmente en múltiples países. Con esto sobre la mesa, el hecho de una propuesta cinematográfica se hizo más palpable con Universal Pictures como principal interesado en llevar la grandilocuencia fantástica del mundo de Oz a la gran pantalla y en traer de vuelta esa icónica magia que 85 años atrás enamoró a niños y adultos en la primera adaptación de El Mago de Oz de 1939.
Aún sigo anhelando que un reestreno me asegure una butaca para vivir la experiencia como se debe, ya que solo he escuchado elogios desbordantes que me susurran que el filme de 1939 es una obra maestra, adelantada a su tiempo, plagada de una maldición tan grande como su misma excelsitud.
Y así pues, contextualizando mi situación con el icónico clásico, basaré mi crítica meramente en lo que me entregó esta adaptación cinematográfica que bebe de la obra original de Frank Baum y evitaré entrar en comparación con la original (que aún sigue en mis pendientes)
50% de probabilidades de triunfar, 50% de probabilidades de fracasar
Vamos a empezar con algo que era más que obvio cuando se anunció esta película allá por el 2022: la exorbitante ambición y pasión que el estudio puso en este proyecto. Eso incluso se acrecentaría posteriormente aún más con la incorporación de Ariana Grande y Cynthia Erivo como Glinda y Elphaba, respectivamente, el divergente dueto de amigas que se convertirían en yin yang de la Ciudad Esmeralda, con el infame y embustero Mago de Oz siendo el principal promotor de ello.
Francamente, esta cinta se balanceaba en una ambigua cuerda floja respecto a una concreta recepción. Primero, por ser un musical. Segundo, por dividirse en dos partes. Y tercero, por ser la primera adaptación fílmica de una de las obras musicales más imponentes e importantes de Broadway. La ardua tarea le fue encomendada a Jon M. Chu, alguien que ya había cortejado con el género musical hacía algunos años con In The Heights, adaptación cinematográfica de la también obra de Broadway dirigida por Lin-Manuel Miranda.
El primer tráiler llegó y auguró una buena nueva. La aceptación fue tibia, pero posteriormente el marketing terminaría de confirmar que Universal había apostado todas sus fichas en esta adaptación cinematográfica con un colosal marketing, que incluiría giras mundiales tan excéntricas como la misma Ciudad Esmeralda y avances que abarrotaban diariamente la sed del fandom amante del libro y el musical.
Y es que para su suerte, la cinta tenía bastantes puntos a su favor, como sus icónicas canciones y su trágica historia que entretejía sus versos en relación directa con la obra original de L. Frank Baum, en la que se basó la emblemática El Mago de Oz del 39. Ahora bien, el dilema venía en la manera de adaptar el musical a la gran pantalla, teniendo en cuenta la abismal diferencia de elementos y tiempos en ambos artes. Por fortuna para el estudio, el director logró condensar, atrapar y transmitir esa misma magia que irradiaba el musical en unas, también cuestionadas, 2 horas y 40 minutos, que sin presagiarlo se convertirían en un regreso icónico y tan perfecto a la Ciudad Esmeralda, que casi 85 años después de El Mago de Oz pareciera no haber perdido su encanto.
Así que dejando de lado las turbulencias por la que tuvo que atravesar esta adaptación cinematográfica, vayamos a desentrañar los apartados que hacen de este filme, probablemente, uno de los mejores musicales de la última década.
Wicked: Una monumental prueba de que el corazón del cine de la vieja escuela sigue latiendo
Como dijimos previamente, parecía ser que Universal barajaba una duda respecto a cómo manejar el marketing de la película, que dicho sea de paso, generalmente suele ser la maldición de este género cinematográfico. Y es que este poderosísimo elemento de atracción masiva suele costarles el éxito a muchos de estos largometrajes con dichos tintes. Solo basta recordar la reciente ola tendenciosa de los estudios por distorsionar el material publicitario orientado hacia esta categoría cinematográfica, que básicamente consistía en encubrir el verdadero espíritu de estos bajo una premisa que pretenciosamente parecía tratar de evitar a toda costa que la verdadera esencia de estos filmes saliese a la luz. Ejemplos recientes hemos tenido muchos, entre ellos destacan Wonka, Chicas Malas y El Color Púrpura.
Parece que Universal reconsideró esta decisión tan pronto como se reveló el informe mencionado, y el siguiente paso fue que el marketing de la película se tornase en una mina de autoconciencia sobre la verdadera naturaleza de este mismo, un musical. En cualquier caso, me pregunto que a quién podrían engañar, si era la adaptación de uno de los más ambiciosos de todos los tiempos.
El momento llegó y evidentemente las expectativas por esta adaptación desafiaban la gravedad misma, y parece que al final del día estas fueron superadas de una manera estrambóticamente satisfactoria.
Pero ¿por qué un filme que parecía mantener un perfil bajo se convirtió en uno de los probablemente mejores musicales de la última década, respaldado en un furor incontenible por parte de la crítica y los fans?
Dejando de lado su reciente racha de nominaciones a los Oscar (11 en total), su éxito instantáneo estaba más que garantizado, principalmente avalado por el éxito previo de la obra de Broadway. Pero no hay que desmerecer el trabajo de dirección que John M. Chu realizó aquí. Dejando de lado las odiosas comparaciones, y aunque sería egoísta decir que la cinta no bebe a toneladas de su adaptación telonera, hay muchas cosas que hace a la perfección. Desde el minuto cero te deja claro que usará todas las armas que le da el séptimo arte para sacar ventaja de su contraparte teatral, y a la vez hace que momentos que ya eran épicos y legendarios aprovechen el dinamismo narrativo y visual que aventaja el cine para elevar el listón de perfección un escalón más arriba.
Y ya que tocamos el tema de lo visual, hablemos de la propuesta aquí. Lo que plantea este largometraje no es más que un abanico de fotogramas que emanan fantasía y, por alguna extraña razón, una nostalgia por ese cine de antaño que se esforzaba descaradamente porque cada escena fuese grandilocuente y desbordante, sin discriminar esto a los actos finales o importantes de la película.
Por otro lado, la fotografía no es cosa del otro mundo, pero se esfuerza por adaptarse a cada momento musical, que, dicho sea de paso, como es obvio, redunda respecto a su contraparte teatral. Sin embargo, aprovecha inteligentemente el rango vocal de ambas protagonistas para malear la masa melódica base a su antojo y diferenciarla de la propuesta teatral.
Y hablando de protagonistas, creo que Ariana Grande se merece un párrafo propio por ser la promotora de una de las campañas mediáticas más monstruosas pro obtener un rol. Y vaya si lo consiguió gracias a su perseverancia.
Ariana Grande y el poder de manifestar
Desde sus inicios en Nickelodeon, Ariana Grande-Butera ha demostrado que tiene un talento, un carisma y una voz monumentalmente exquisitos. Y a pesar de que en dicha casa televisiva fue relegada y encasillada en el rol de la pelirroja tonta, su voz hizo que fuese, probablemente, la única actriz ahora estrella mundial que la polémica Nickelodeon puede jactarse de haber tenido entre sus filas.
Su relación con el El Mago de Oz no ha sido ajena. Desde muy pequeña ha confesado ser fan acérrima de este mágico mundo, y siempre ha expresado su anhelo de interpretar a Glinda por todos los medios posibles. De hecho, en este contexto resurgió un tuit del 2011 donde Grande condicionaba obtener este rol. Con las vueltas que da la vida, la multi-ganadora de premios Grammy consiguió hacerse con el papel. Pero la pregunta es, «¿Realmente le hizo justicia al personaje?». La respuesta es obviamente «sí», y es que puedes palpar las ganas que Grande tenía por encarnar a este personaje en cada una de sus escenas. A esto se suma el esfuerzo vocal que se auto exige al verla desafiar sus notas líricas a niveles estratosféricos, solo para conseguir que el personaje se desapegue de su clásica entonación. Y eso es una cosa que agradecemos, y aunque es cierto que las canciones pueden prolongarse más de lo debido, podemos justificarlo por la duración de la película.
El poder de Cynthia Erivo y la prueba nítida de cómo ejecutar un buen filme musical
Cynthia Erivo es una de esas actrices que han llevado la bandera de la comunidad negra a otro nivel, con roles que han desafiado estereotipos, siempre anexados a polémicas, como su elección del hada madrina en la versión live action de Pinocho. En contraste, la actriz también ha sido empapada de elogios por varias interpretaciones, como fue el caso de Harriet, donde ha demostrado una versatilidad que pocos poseen hoy. Wicked solo ha sido lo que lo ha confirmado.
Y es que solo basta con rememorar que hace unas semanas el director del filme reveló que la escena del club, donde Elphaba es humillada y empieza a hacer una especie de monólogo danzante para posteriormente romper en llanto, fue totalmente improvisada por Erivo. Esto solo reafirma el compromiso y pasión que la actriz dejó en este proyecto. Por otra parte debemos destacar el uso del expresionismo como arma principal de la propuesta actoral de Erivo, que hacen que robe cada escena, incluso en las que el diálogo es nulo. Pero obviamente, donde la intérprete hace una tesis vocal y lírica, es en los números musicales que brinda el filme. No solo (como es obvio) sostienen la columna narrativa de este, si no que demuestran nítidamente como una cinta musical debe abordar este elemento clave al momento de su ejecución, desarrollando el guión en base a los números musicales, pero sin imponer estos sobre el guión mismo.
Siendo un usuario que ha tenido malas experiencias con los musicales, ¿Wicked merece la pena?
Para ser honesto, y a pesar de que había escuchado de la realización de esta película, tenía pocas expectativas con su estreno. El por qué se debe probablemente a mi mala experiencia con el género cinematográfico musical en los últimos años. Y es que las pocas películas musicales que he presenciado recientemente, me transmitieron la impresión de que su dirección tenía una visión poco nítida de lo que era la inmersión de este elemento en el producto final. Por poner un ejemplo reciente, Wonka calzó a la perfección en esta crítica personal, y de hecho me pareció que la mayoría de críticas externas fueron demasiado misericordiosas con ella. Me pareció que no se logró un equilibrio dinámico entre diálogos y números musicales, siendo estos últimos demasiado invasivos, incluso opacando a un Timoteh Chalamet que me iba atrapando y sorprendiendo con su propuesta actoral. Esto lo entendió y ejecutó John M. Chu a la perfección en Wicked, aprovechando y sobreponiendo el nivel actoral incluso en los mismos números musicales, como sucede con Defying Gravity en el tercer acto del largometraje.
Y ya girando el foco hacia las conclusiones, he decir que, aunque iba con las expectativas moderadas, Wicked las superó con creces. Me ofreció un espectáculo cargado de magia, corazón y ese no se qué de nostalgia que emanaba el séptimo arte de la vieja escuela. Con unas Ariana Grande y Cynthia Erivo que parecen darlo todo en el rol de sus vidas, un John M. Chu que parece desposarse con el cine musical de por vida y con este filme como tesis fundamentatoria, y unos apartados técnicos decentemente notorios que no hacen más que redondear uno de los mejores filmes de musicales de la década.