Sin duda cuando se alude a El Señor de los Anillos no se puede evitar resaltar el colosal impacto que está franquicia ha tenido en la cultura popular contemporánea. Y es que su atrevida propuesta literaria atrapó a millones de lectores que hicieron volar su mente a la Tierra Media mientras 3 hobbits, un montaraz, un elfo, un enano, un gondoriano y un mago se unían a la vertiginosa travesía de evitar a toda costa que un místico anillo cayese en las manos de un indigno ser oscuro, conocido en la lengua élfica como Sauron.
Pasó largo tiempo para que la fantasía que destilaban los épicos parrafos del vástago de Tolkien obtuvieran la justicia visual que merecían. Los estudios sabían del jugoso potencial de esta franquicia, y Warner Bros. y New Lew Cinema fueron los que osaron coquetear con la franquicia en una escala cinematográfica sin precedentes. La trilogía desarrollada se convirtió de inmediato en una de las sagas cinematográficas de fantasía más afamadas del siglo XXI, con Peter Jackson tomando las riendas de la dirección. A eso le sumamos un grupete de jóvenes con poca fama y una sola pero que muy ardua tarea: llegarle a los talones a una de las obras literarias más épicas de todos tiempos. Y vaya si lo lograron. Además, de una manera que ni ellos mismos presagiaban, con un mastodóntico éxito que incluso les valió una racha casi perfecta de premios.
Y que sería de un estudio cinematográfico sin la exuberante ambición, sobre todo por exprimir una saga a más no poder. Así que Warner Bros. intentaría dar un nuevo suspiro de epicidad con una nueva trilogía que casi diez años después se atrevería a replicar el éxito que significó el primer tripack de filmes, ahora usando la saga literaria de El Hobbit como columna vertebral. El problema fue que Tolkien comprimió su voraz imaginación solo en 2 libros, así que al estudio no se le ocurrió mejor idea que estirar el chicle para calcar el éxito monetario de la previa saga. Eso le terminó pasando factura a la nueva trilogía, quedando eternamente bajo la sombra de la excelsitud de sus tres hermanas primerizas.
Ahora, casi 10 años después de esta atrevida hazaña, y a más de 20 años del estreno de las inmejorables El Señor de los Anillos, Warner Bros. intenta nuevamente traer a la palestra a esta franquicia con un nuevo filme. Esta vez, se separa la estructura narrativa de la saga literaria tomando abismales licencias creativas basadas en el libre albedrío imaginativo del director japonés Kenji Kamiyama, que usa el género animado insignia del país nipón para darle un toque refrescante a la saga. De esta forma, aprovecha lo sensorial y épico de este estilo para redondear un abanico de fotogramas que verdaderamente te atrapan desde el minuto cero, pero que por la mediocridad del resto de sus apartados termina convirtiéndose en una colección de épicas ideas inmisericordias con lo perfecto.
Una historia épica con tintes redundantes y bastante planos
Algo que hacia especial al trío de películas del El Señor de los Anillos era que gritaba epicidad en todos sus apartados, además de que la adaptación del guión estaba tan bien hecha que cada pieza se sentía en su sitio y no había defecto literario que encontrarle. Ahora bien, esta nueva propuesta condensada en anime no se aleja mucho del concepto propuesto por las adaptaciones previas. De hecho, utiliza la misma plantilla para construir sus cimientos: una doncella rebelde que es básicamente la rencarnación de Eowyn y un conflicto bélico que se desarrolla en locaciones icónicas de la saga. Todo ello expandiendo el lore mas allá de los libros, que ahora justifican dicho enfrentamiento con el hambre de poder y la venganza, motivados por un villano que francamente basa sus argumentos en una razón muy débil.
Pero no hay que desmerecer a la película. A pesar de ser plana y monótona (excepto su tercer acto), emana ese aura y espíritu épico y especial que hicieron que la trilogía original fuese tan atractiva. Sin embargo, al no arriesgarse a más, terminan sintiéndose como una adaptación animada de la misma trilogía. Salvo por los intereses que se juegan aquí, la cinta no innova en introducir o reformular personajes con trasfondos bien cimentados. De hecho, y para ejemplificar, la manera en la que ambos personajes principales cruzan sus destinos peca de apresurada, haciendo que la solidez de su enemistad no tenga mucha credibilidad en pantalla. Por esto, a pesar de ser épico, el tercer acto desperdicia la oportunidad de serlo más.
Sintiendo los ecos epopéyicos de su trío de hermanas
Como dijimos arriba, hay momentos específicos donde resuenan los épicos ecos de las películas originales, sobre todo cuando el guión hebra los párrafos finales del tercer acto. Y es que aquí donde podemos sentir que estamos presenciando un verdadero espectáculo visual, sonoro y voraz digno de la franquicia y de la Tierra Media. De hecho, tenemos la percepción de que hasta la animación eleva su magnificencia aquí. Por otro lado, es muy interesante ver como el director y el guionista usan su criterio propio e idealista para interconectar los hilos de la saga, expandiendo indirectamente el lore con el personaje principal tomando incluso un rol importante en el futuro de la Tierra Media en lo que respecta a la búsqueda del Anillo de Poder.
Demostrando que la Tierra Media tiene más canciones que entonar
Algo que La Guerra de los Rohirrim deja muy claro, es que la fórmula fantástica y epopéyica de El Señor de los Anillos aún tiene mucho potencial, incluso si se toma licencias que van más allá de los versos manuscritos por Tolkien. Warner Bros. podría estar excavando una nueva mina de oro con lo que pareciera ser un paralelismo mismo de aquellos 2000’s, con nuevas películas que nuevamente osarán pisarle los talones a la trilogía original. Un ejemplo es la ya confirmada La Caza de Gollum, cinta que contará con el regreso de Peter Jackson y Andy Serkis al papel de Gollum. Incluso se ha rumorado que Viggo Mortensen podría enfundarse nuevamente en el traje del montaraz rebelde conocido como Aragorn. Por tanto, parece ser que las oportunidades a largo plazo parecen jugosas tanto para el bolsillo del estudio como para el mastodóntico fandom que ansía nuevamente caer rendido ante el poder de un anillo que alguna vez -casi- gobernó a toda la Tierra Media.
¿Realmente vale la pena?
La respuesta es un poco ambigua, por decirlo de alguna forma. Es muy probable que esta película se convierta en un placer culpable, y no sabría explicar si esto es causado por la sequía de largometrajes basados en el universo Tolkien, o porque realmente el resonar de un cuerno gondoriano hacen que esta tenga vestigios o ecos de lo épica que fueron sus predecesoras. Si la cinta parece confirmar que forma parte del canon fílmico establecido por Peter Jackson, el gigante rompecabezas podría estar reorganizándose más pronto de lo que pensamos para que próximos proyectos del mundo de Tolkien invadan las salas de cine nuevamente.