Cuando X-Men llegó a los cines en el año 2000, una de las cosas que no gustó mucho a los fans fue que se dejase de lado el aspecto clásico de los trajes de los personajes que estaban acostumbrados a ver en los cómics.
En una entrevista reciente, el productor Ralph Winter apuntó una vez más que eso se hizo para hacer que los personajes fuesen más accesibles para el público general.
Al mismo tiempo, sentimos que hicimos un buen trabajo. Limitamos la cantidad de tiempo en el armario. Por supuesto, hay una broma en la película sobre la licra amarilla, que iba dirigida a los fans. No era para irritarles sino para decir, ‘Hey, os escuchamos. Comprendemos que lo que queréis. Comprendemos que no os guste la idea de Lobezno midiendo más de 1,60 metros. Comprendemos que quisierais tener a todo el mundo con los trajes tradicionales. Pero también tenemos que hacer una película que llegue a un mayo público para justificar el presupuesto’.
Con el tiempo, la franquicia tuvo más libertad para explorar aspectos más ambiciosos para los personajes, gracias a que los fans conectaron con las películas. Pero siempre encontrando un equilibrio entre los fans casuales y los más devotos.
El truco fue siempre tener en el punto de mira al fan más acérrimo de Marvel y los X-Men, pero hacerlo de una forma que no alienase a un espectador medio que podría disfrutar, o empezar a disfrutar, este tipo de historias.