El primer tráiler de Los Vengadores: La Era de Ultrón ha visto ya la luz, y a nosotros nos ha parecido la ocasión perfecta para hacer un remember y reseñar una vez más la que fue – y es- sin lugar a dudas la mejor película superheroica vista hasta la fecha. Nos referimos, cómo no, a Los Vengadores.
“Los Vengadores, así nos llamamos. Somos como un equipo. En plan, los más poderosos de la Tierra”.
Tony Stark a Loki.
Reseñar Los Vengadores para una web dedicada a Marvel es como soñar con caballeros y acabar arrancando la Excalibur de la roca. Sabes que la tarea que recae sobre tus hombros será titánica- gobernar Camelot, o en mi caso, cumplir las más altas expectativas de los lectores-, pero qué leches, lo haces con una sonrisa pintada en la cara.
Mucho se ha escrito y dicho sobre Los Vengadores, pero lo que sí es innegable es que marcó un antes y un después. No solo dentro del Universo Cinematográfico Marvel, sino en relación con toda la industria del cine. Porque los números que consiguió Los Vengadores no fueron debidos a los seguidores de tebeos. A las salas de cine acudieron en masa padres, novias, colegas que nunca habían oído hablar de “Ojo de Halcón” y otros muchos más a los que los superhéroes no les inspiraban mucha confianza. Las productoras alucinaron ante la monumental caja de la cinta de Joss Whedon, y todos echaron sus miradas codiciosas a esos frikis en leotardos que solo aparecían en los cómics. Estalló el boom, arrancó la proliferación de películas superheroicas y el formato se adaptó también a televisión.
¿Pero realmente es tan buena película?
Joss Whedon logró con sus vengatas algo difícil de describir. Captó algo. Un momento, una idea, una emoción. Una voz. Se adaptó a las exigencias de una taquilla cansada ante la crisis económica y salió triunfante. ¿Cómo lo hizo? Pues suena más sencillo de cómo es. A la práctica, desnudó por completo a los seis protagonistas y los devolvió a sus orígenes. Ahondó en aquello que el gran Stan Lee les otorgó, y Joss Whedon lo incubó hasta hacerlo eclosionar: la humanidad de los personajes.
Como personas, siempre hemos amado las historias de heroísmo. Sin embargo, algo en nuestro interior nos hace alejarnos de esos héroes omnipotentes y siempre gloriosos. No nos gustan porque no nos vemos reflejados en ellos. Queremos que el héroe sienta como nosotros, que sangre como nosotros, que tenga defectos. Como nosotros. Así, nos encontramos con un ególatra perdido en su trabajo, una ex-espía con remordimientos de conciencia, un asesino que es vulnerable y cae bajo el embrujo del enemigo, un hombre débil con un grave conflicto de ira, un guerrero que debe mantener a raya su arrogancia y un muchacho de Brooklin arrojado a un mundo donde no puede confiar en nadie.
Estos elementos no son nuevos, pero desde luego nadie los había usado como Whedon. El tono de la película es hilarante cuando debe serlo, dramático cuando debe serlo, y jodidamente épico cuando debe serlo. Funciona muy bien porque todas sus piezas están engrasadas por separado.
Seis protagonistas son muchos para una película, y desmerecer a uno para favorecer a otro era un riesgo latente en todo momento. Para subsanar esto, y con el tiempo en pantalla controlado al milímetro –recordemos que el grupo no se junta al completo hasta bien entrado el segundo tercio del film-, Whedon opta por dividir las relaciones entre los principales por parejas. Thor y Hulk, la Viuda Negra y Ojo de Halcón, el Capi e Iron Man. Estos vectores son los que alimentan toda la película, de principio a fin.
Además, uno de los grandes aciertos de Whedon fue el de retomar elementos de sus personajes ya vistos en las anteriores cintas individuales. Tenemos así a un Tony que no soporta agarrar cosas –la escena de Pepper y Coulson con el champán-, como ya mostró en Iron Man y Iron Man 2. El Capi reconoce la referencia de “mono de feria”, ¡y cómo no hacerlo! Él fue un mono de feria en Capitán América: El Primer Vengador, e incluso el bueno de Steve dibujó un mono sobre un triciclo vestido como él mismo. Y el clímax de la cinta, con Iron Man cargando la bomba nuclear a sus espaldas y llamando a Pepper, ata al cien por cien con las palabras que le dice el Capi antes: “tú no eres de los que para la bomba con el cuerpo. No eres de los que se sacrifican”. Joss saca a relucir su genialidad al hacernos recordar al Steve canijo tirarse sobre una granada, y sobre todo, la conversación final por radio entre Steve y Peggy.
Sabiendo como sabemos que la trama de Los Vengadores es la unión del grupo, las parejas arriba mentadas cobran especial importancia. Y lo hacen porque todos los protagonistas acaban luchando contra su pareja de reparto. Iron Man y el Capi no llegan a los puños, pero se agreden verbalmente y la tensión entre ambos no se esfuma nunca. Esta es la fuerza que imprime Whedon; hace caer a su elenco principal de la peor forma, para luego hacerlos resurgir.
El proceso de fotografía se ve afectado también por esta idea, porque hasta la muerte de Phil Coulson – o sea, hasta que se unen como equipo-, rara vez aparecen dos vengadores juntos en el mismo plano. Incluso en conversaciones cara a cara Whedon opta por enfrentar a los personajes, casi nunca en unirlos. Una vez realizada la conjunción, el enfoque cambia y los seis aparecen juntos a la menor ocasión.
Claro que el balance entre los seis no es perfecto. Y la verdad, dudo que eso fuera posible. No engañamos a nadie al decir que Robert Downey Jr. está inmenso como Tony Stark, y desde luego que Whedon se esmeró más en cada aparición de Iron Man que en el resto. Pero la cinta misma lo pide, casi hasta lo implora, porque el componente de humor made in Whedon es tan necesario que sin él, la cinta no es la misma.
El gran damnificado fue Thor, que pese a que cuenta con sus momentos, podría habérsele sacado más partido. Aun así, su elección como personaje menos mediático es completamente normal. Yo también habría hecho lo mismo, porque al fin y al cabo es su hermano el villano. Teniendo a Loki como gran antagonista las apariciones de Thor salen reforzadas casi por inercia.
Loki, como villano en sí, arranca muy flojo. El robo del Teseracto, concretamente, es el punto débil de toda la película. Un Dios de las mentiras que rehúye de las tretas para plantarse en persona y hacer el trabajo sucio es quizá incoherente, y podría haber sido la tumba de Joss si luego no hubiera sabido retomar el camino a un malo maloso con chispa propia. Gracias a Dios, o a Kevin Feige, Tom Hiddleston logró resarcirse de ese pobre papel en Thor –no es que fuera culpa suya, desde luego- y nos brindó un manipulador sádico capaz de poner en jaque a los héroes más poderosos de la Tierra. Goza siempre de esa elegancia británica, y con sus sonrisas crueles dota al personaje de un sadismo que llega a impresionar. Y todo ello sin recurrir al gore o al morbo, como lo demuestra la magistral secuencia de Stuttgart y la toma del ojo. Sonríe Loki cuando la gente chilla de terror; casi da hasta escalofríos.
Joss Whedon firma un guion con genialidades, pero que cae también en errores. El más llamativo es el pobre desarrollo que tiene la muerte de Phil Coulson en Thor y en Hulk. Situémonos; Loki ha desunido a los Vengadores (a lo Brian Michael Bendis). Hulk ha caído “en pelota picada” y ha asustado unas palomas, y Thor no puede levantar su martillo porque no es digno; ha fallado y Coulson lo pagó con la vida. Y entonces, Furia les enseña los cromos manchados de sangre al resto de vengatas, y ya. Thor blande el Mjölnir de nuevo y Banner puede transformarse cuando quiera. En pantalla, junto a la alucinante banda sonora compuesta por Alan Silvestri, queda correcto porque nos prepara para la batalla en Nueva York, pero a nivel de desarrollo es evidente la cojera. Sí, podemos asumir que Thor recapacita, sabe que ha fallado y que debe hacerlo mejor –“vengar” la muerte de Coulson- y el Mjölnir responde, pero no hubiera estado de más algo de profundidad. Lo mismo ocurre con Banner, aunque esto es perdonable porque es a través de él que Whedon nos regala la mejor escena de la cinta.
Sabéis de qué hablo. Miradla de nuevo. Si sois capaces de terminar de verla y no se os ha puesto el vello de punta, es que sois gigantes de hielo y lleváis escarcha en las venas.
Esta imagen, la de los seis héroes en círculo, es un icono del cine moderno. Y en mi opinión, es algo de lo que Whedon no debería desprenderse jamás. Tendría que ser un recurso típico en las películas de los Vengadores, como lo es el descenso con el cable en las Misión Imposible o el tiempo bala en la trilogía de Matrix.
El último tercio de la cinta solo puede ser descrito como “Obra Maestra”. La invasión Chitauri luce como si de un maldito cómic se tratase. La acción es puro Marvel, y además, cuenta con un plano-secuencia de esos que se estudian en las escuelas de cine, como lo es la escena del martillo en Oldboy o la matanza de los 88 maníacos en Kill Bill. Me refiero al travelling que hace la cámara siguiendo –sin corte alguno- la acción de cada uno de los seis vengadores, saltando de uno a otro.
A modo de “pero”, se echa en falta un combate a todo o nada, donde el destino de Nueva York penda de un hilo. Esta función la cumple la bomba nuclear, que, como ya comenté algo más arriba, Whedon consigue sacarle punta dándole un significado extra.
Ahora, como no puede ser de otra forma, todas las miradas vuelven a posarse sobre Joss Whedon. La esperada segunda parte de Los Vengadores asume los retos que ya lidió en la primera y pretende romper sus propios límites y llevarnos más allá. Para ver si lo logrará o no habrá que esperar a abril de 2015, pero en lo personal, yo no dudaría de Joss Whedon. Es el hombre del momento, y si nos brindó esta joya llamada Los Vengadores, ¿por qué no va a ser capaz de superarse a sí mismo?