[Crítica] El Asombroso Spiderman Nº 95

El Asombroso Spiderman Nº 95

El Asombroso Spiderman Nº 95

No os imagináis las ganas que tenía de escribir esto: Peter Parker vuelve a ser el Asombroso Spiderman.

La sorpresa, algo cada vez más difícil de hallar en un mundo gobernado por el cruel spoiler, se arruinó hace mucho tiempo. Marvel, en una exhibición de escaso mimo por aquellos lectores que nos gusta que nos sorprendan al volver la página, hace ya tiempo que anuncia a bombo y platillo sus hechos clave: el retorno de Peter bajo la máscara, la inminente muerte de Lobezno, una mujer será quien blanda el Mjolnir… Por supuesto, esta estrategia dará sus frutos a la Casa de las Ideas, de eso no hay duda.

Sin embargo, tengo buenas noticias para aquellos que se hayan podido sentir identificados con el comentario del spoiler. Sí, hoy en día resulta casi imposible llegar virgen a leer una historia marvelita, pero aún quedan héroes -inserte aquí el nombre “Dan Slott”- que se las apañan para embellecer la no-sorpresa y arrojarnos a la cara un producto no solo entretenido, sino también muy disfrutable a varios niveles, independientemente de que nosotros ya sepamos qué va a ocurrir de antemano.

Dan Slott, ese guionista al que escribir Spiderman le sienta como un guante, nos presenta aquí el retorno de Peter a su vida cotidiana. Como bien sabéis, Otto Octavius suplantó al trepamuros durante meses y puso patas arriba todas sus relaciones personales, profesionales y de cualquier otro tipo. Ahora ha llegado el momento de corregir el rumbo en su día a día, y Peter no deja pasar una oportunidad sin reiterar que el Spiderman Superior no era él, sino el chiflado del Doctor Octopus.

Para narrar el brillante retorno de Peter, Slott fragmenta la historia y altera no solo el orden cronológico, sino también el punto de vista. Estos pequeños detalles, que a mí personalmente me encantan, dan muestra del esmero con el que el guionista planifica las historias. A pesar de jugar al desorden y de saltar de un punto subjetivo a otro, la historia es siempre clara, entendible, y por encima de todo, fresca.

Spiderman, así lo entiende Slott, es un personaje con una gran carga cómica. Lo ejemplifica a la perfección al hacer que el pobre Spidey aparezca en paños menores con tan solo un taparrabos de telaraña -y la obligada máscara, claro-. ¿Supera esta versión del disfraz a aquel mítico traje de los 4F con una bolsa de papel en la cabeza? Para mí que sí.

Es a partir de aquí que la acción salta en el tiempo para contarnos el origen de tal calamidad. Y como decía antes, Slott se las ingenia para narrarlo todo desde varios puntos de vista distintos, que luego van convergiendo a lo largo del tomo; aparte del de Peter, estos son el de Johnny Storm, el de Electro y el de la Gata Negra.

La elección del villano era clara, pues cabe recordar que este número apareció en los USA  a la par que The Amazing Spider-Man 2: El Poder de Electro. Max Dillon anda descontrolado, y solo nuestro amistoso vecino puede pararle los pies. Y Slott, que es zorro viejo en esto de hilar historias, hilvana de forma maestra la trama de Electro con la de la Gata Negra. Lo hace ya en el origen de la misma, cuando Electro ataca la Balsa (gracias, editores, por acordaros del número 1 de los Nuevos Vengadores de Bendis) y permite que Felicia escape. Y lo vuelve a hacer en el duelo que mantienen Spidey y Electro, donde el trepamuros parece que no da pie con bola. Y con razón, pues hay que recordar que Felicia posee poderes de mala suerte. Unos poderes, por cierto, que ella misma buscó adquirir -a Wilson Fisk- para poder estar junto a su novio sin correr peligro. Un novio llamado… ¡Spiderman!

Paralelamente a todo esto, asistimos a dos hechos importantes: uno es la presentación de Silk, la chica que fue picada por la misma araña radiactiva que dio a Peter sus poderes. Silk se nos muestra como una fan de Spiderman, y sobre todo una entusiasta del cine: tiene pósters de American Beauty, de Matrix y hasta de El Club de la Lucha.

Y dos, es la relación de amistad que une a Peter y Johnny Storm. Una amistad muy presente tras la muerte de la Antorcha y la posterior etapa de Fundación Futuro (por el legado de Johnny), que ahora está condenada a repetirse en las páginas de los X-Men. ¿Aún no os habéis enterado? Mirad aquí.

El humor impregna desde la primera página a la última («¿quién te has creído que eres, Miley Cyrus?«), y sin embargo este es también un punto negativo. La historia se relaja con buenas dosis de humor, pero algo que siempre he temido es que Slott sobreexplotara la faceta de bufón de Spiderman. Y este número, pese a estar muy bien escrito, roza ese límite. De hecho, los propios Vengadores reconocen a Peter como Spiderman por las situaciones bochornosas que protagoniza. Y eso está bien, si luego al tratar el drama podemos aparcar el tono cómico. Y Slott, desgraciadamente, eso no lo consigue.

Me refiero a la escena con Anna Maria. Ella, quién ha llegado a intimar con Otto -y por extensión, con Peter-, descubre que Peter es Spiderman apenas sin inmutarse. Y luego, cuando Peter decide confesarle toda la verdad (que Otto, el hombre que ella amaba, ha muerto), Anna Maria se muestra más bien indiferente. Slott opta por rebajar la tensión al quitarle hierro al asunto, pero es que la carga dramática que tiene dicha escena es tremenda. Anna Maria ha compartido su cama y su corazón con una persona que, primero le confiesa que es Spiderman, y segundo, que no la ama, ya que no era él quien ocupaba su mente, sino el p**o doctor Octopus. Y todo eso, sin derramar una lágrima. Mal aquí, Dan.

A los lápices tenemos de nuevo a Humberto Ramos. Ramos, quien dota de una plasticidad a Spiderman como nadie, lo borda en el combate contra Electro. Unas viñetas barrocas, a rebosar de rayos, nos transportan de lleno a la acción.

Y, como viene siendo norma, el cierre a este tomo lo echan Los Enemigos Superiores de Spiderman. Este caramelo, una de las sorpresas más notorias de Marvel en estos últimos meses (junto a su Ojo de Halcón), nos sitúa en una amistosa charla entre sus protagónicos delincuentes de poca monta que cuentan sus logros a la espera de que se abra la caja fuerte de abertura retardada. Una premisa muy bien llevada, que no defrauda para nada, a la que solo tengo que señalar un defecto: los pensamientos de algunos personajes se nos muestran de forma gráfica, y casi siempre el acercamiento es brillante (una lápida significa «estoy muerto», etc.). Sin embargo, un par de veces se nos muestran imágenes a modo de jeroglíficos que solo pueden entenderse en inglés. Por ejemplo, Demonio Veloz escucha una historia sórdida que no se cree para nada y piensa en un toro y en excrementos. Para nosotros, eso no tiene ningún sentido. Sin embargo, en inglés nos da bull («toro») y shit («mierda»). O sea, bullshit, que significa «patraña». Vamos, que Demonio Veloz no se cree lo que le cuentan.

Y antes de despedirme, un pequeño apunte: los hechos que ocurren en el siguiente tomo, el número 96, suceden a lo visto en el número 1 de Pecado Original. Así que si no lo habéis leído aún, ¡ya estáis tardando!