Andábamos descontentos con la presente saga en Imposibles Vengadores, pedíamos un milagro al cielo que sirviera para reconducir en cierta medida el rumbo que la serie parece haber perdido. ¿Ha logrado Rick Remender encontrar el camino a la salvación? Más bien al contrario, todo ha acabado por irse al garete. Y es que cuando un cómic se sustenta única y exclusivamente por la calidad de su dibujante, es que la cosa va mal (y si no, que se lo digan a los cómics de los 90).
Me duele en el alma ver como una serie tan atractiva se hunde en un lodazal mes tras mes. Es algo descorazonador, pues las expectativas puestas en Imposibles Vengadores eran muy altas. No es que la historia que se nos cuenta sea polémica que lo es-, y por ello la tachemos como “no disfrutable”. No es el caso. Hay ideas polémicas y no polémicas (miraos el Spiderman Superior), pero por encima de todo, hay ideas buenas e ideas malas. Cualquier premisa puede ser bien llevada y lograr cierto grado de satisfacción. Pero aquí, en este Imposibles Vengadores Nº 15, no hay nada satisfactorio. Nada salvo los lápices de Steve McNiven, se entiende.
Remender nos narra cómo tanto héroes y villanos del mundo Marvel aúnan esfuerzos para frenar la destrucción de la Tierra a manos del Celestial, pero nada en dichas escenas nos causa el impacto que se le presupone a semejante acontecimiento. Y eso es porque Remender ha echado por tierra nuestra capacidad para sorprendernos en los números anteriores. Hagamos recuento de víctimas mortales hasta ahora: El Hombre Maravilla, la Bruja Escarlata y Pícara. Tres muertes en un solo número. No hubiera venido mal aquel dicho de “lo bueno, si breve, dos veces bueno”. Porque las historias de cómic están plagadas de muertes memorables, porque se hacen con mimo. No por matar a más personajes consigues que la historia que narras sea más visceral. Al contrario, acabas por despilfarrar la emoción, y ya una muerte más o menos no encoge al lector en su silla.
Porque aquí va el caramelito de la grapa que nos ocupa: el Capitán América muere -otra vez-. Y como decimos, no es una muerte bien planeada, ni cargada de épica o simbolismo. Es algo frío, rápido, con prisas. Ni se entiende como un luchador de la talla de Steve Rogers pierde su escudo de una manera tan vulgar frente al Segador.
Son por estos detalles que ya nada de lo que ocurra en la serie consigue transmitirnos emoción. Finalmente el Celestial sí destruye la Tierra -oh, qué pena-. Todos los héroes y villanos que conocemos -salvo quizá los Guardianes de la Galaxia- desaparecen de la noche a la mañana.
Tan solo Thor sobrevive al Apocalipsis. Esto es el único punto positivo del trabajo de Remender, el trato dado a Thor. Es interesante ver cómo el Dios del Trueno es testigo de la aniquilación de todos sus amigos y conocidos, porque en gran parte todo es debido a su orgullo. La conversación con Odín plasma la melancolía de los hechos que acabamos de presenciar, y empatizamos con un Thor derrotado, que lo ha perdido todo y a todos.
Se lió buena con este número en los Estados Unidos, pues multitud de fans incendiaron las redes sociales y se acordaron de las madres del guionista y de los editores. Y, por supuesto, Marvelcerró filas en torno a Remender y se sacó un discurso absurdo del tipo “nuestros guionistas saben más de nuestros personajes que vosotros” y dio por cerrado el tema. Gran error, pues cabría recordar a los jefazos de Marvelel poder que esgrimen los lectores. Ellos y solo ellos son los dignos jueces para tildar un cómic de obra maestra o de pisapapeles. Y si no, remontémonos a los ya mentados años 90 y la famosa Saga del Clon de Spiderman. Allí se narró un hecho (que Peter era un clon) que los lectores no pasaron por alto. Y Marvel, en un arrebato de cordura, trató de solventar -de manera pésima- el error.
Una vez más, éste cómic es disfrutable única y exclusivamente por la labor de McNiven en el apartado gráfico. Este artista canadiense es simplemente espectacular, uno de los cinco mejores de la industria sin duda. Especial atención a la entrada estelar del Capi, a página completa. Lástima que dicha entrada caiga en saco roto. Y es precisamente con el apuñalamiento del Segador al Capi, cuando vemos a ese McNiven sanguinario que tan buenos resultados dio en El Viejo Logan (una perla imprescindible de Mark Millar) y en Némesis.
Mención aparte para la secuencia final de Thor. Si ya citábamos arriba que se transmitía su desesperanza con las palabras, ya con el dibujo acaba de completarse la escena de derrota clamorosa. De película, Thor apareciendo a través de un portal, arroja el yelmo, se lleva las manos al rostro. Lo mejor de la grapa, sin duda.
¿Y ahora? Con todos los héroes muertos, tan solo los mutantes mantienen el tipo. ¿Pero esta colección no agrupaba a mutantes y Vengadores? Ah, pero es que de Vengadores ahora solo queda Thor… y manco. Remender, arregla esto, por Dios…