Uno de los mejores puntos para las editoriales que se encargan de distribuir el material de las editoriales de cómics americano en nuestro país, es la recuperación de material clásico presentado en formatos ideales para guardar en la estantería y ser recuperados cuando la apetencia de lectura lo requiera.
Por tanto, qué mejor excusa para tirar de esta práctica que el reciente estreno de The Amazing Spider-Man 2: El Poder de Electro, tal y como ha demostrado Panini Comics al recuperar uno de los mejores materiales del superhéroe arácnido: el Spiderman de Todd McFarlane.
Concebido como un pequeño coleccionable de seis números, la intención de la editorial ha sido recopilar la totalidad de los números de esa serie arácnida creada única y exclusivamente para expresión creativa de McFarlane (incluyendo la etapa final de Erik Larsen y Ann Nocenti), después de que su nuevo estilo gráfico para el trepamuros le encumbrase al estrellato.
Aquí os presentamos el primer número, Coleccionable Spider-Man 1: Tormento, que recoge los 5 primeros capítulos de una serie en la que, a través tanto del guión como de los dibujos, McFarlane da rienda suelta a lo que él tenía en mente para el personaje.
Para comenzar con la serie, el autor parte de una de las grandes historias ya establecidas, La Última Cacería de Kraven, a la que le añade unos gramos de magia y una buena cantidad de Lagarto enfurecido. En los primeros números vemos como la antigua novia de Kraven busca venganza por la muerte de su querido, y no se le ocurre mejor idea que practicar vudú lanzando a un Lagarto sediento de sangre sobre un confuso Spiderman.
Y es que aquí está lo bueno, porque aprovechado ese halo oscuro, salvaje, sádico y tétrico que tan bien maneja McFarlane, nos encontramos con un Lagarto como hacía décadas que no veíamos, un ser sin inteligencia que únicamente se mueve por un instinto asesino deseoso de llevar a Spidey a la tumba. Tanto es así, que el otrora Dr. Connors ni siquiera pronuncia una sola palabra en todo el arco argumental.
Hay que ser sinceros, y la verdad es que el propio autor lo reconoció en su día: el guión no es de lo mejor de la obra. Aquí, en su afán por querer hacer cada vez más y depender cada vez menos del resto, McFarlane se encarga de escribir un guión sencillo, directo y carente de profundidad. Los diálogos son planos pero adecuados, y sirven únicamente para complementar lo que realmente destaca de estos cómics, el dibujo. La historia en general resulta entretenida, pero desde luego que no está a la altura del apartado artístico.
Por tanto, sobra decirlo, pero los dibujos aquí vistos son lo que todos deseábamos de esta serie, un McFarlane en todo su esplendor. Polémico para unos, ideal para otros, el dibujante/guionista nos presenta a ese innovador Spidey que rompió esquemas con respecto a lo que se había visto hasta ese momento. Con esos grandes ojos, esas posturas imposibles y esas grandes cantidades de telerañas (hecho por el que el propio Spidey se auto-parodia en cierto momento) el trepamuros se balancea por una Nueva York más oscura que nunca, con unos juegos de luces y sombras que se inclinan más hacia lo sombrío que hacia lo típicamente luminoso del cómic de superhéroes.
En cada página vemos reminiscencias del trabajo previo del actor con Batman, como esa oscuridad y ese afán por ocultar todo en las sombras, sin olvidar las enormes capas que son capaces de ocupar prácticamente toda una página. Y es que esto acabaría por convertirse en una marca de la casa que tendría continuidad posteriormente en Image Comics con Spawn.
En estas páginas también se hace gala de una gran cantidad de violencia, sangre y actitud despiadada, todo retratado de un modo que también supuso una revolución. Aquí nos encontramos con viñetas alargadas, desdibujadas y desordenadas, que a veces son a doble página en horizontal y otras ocupan toda una página en vertical. De hecho, casi podría decirse que no son ni viñetas, sino meras composiciones de dibujos en un orden lógico.
Por todo esto, Spider-Man se convirtió en una serie de referencia, ya no por crear un nuevo estilo para el trepamuros que, pese a ser contrario a lo que se venía haciendo se ajustaba a él como un guante, sino por el éxito que supuso para su autor y para la editorial, traducido en ventas millonarias. Y aunque no había demasiado equilibrio entre la calidad del dibujo y del guión, el éxito de la serie fue tan rotundo que, aunque solo sea por eso, todo aficionado a Spiderman en particular, y a los cómics en general, debería ponerle la mano encima.