Panini Comics aprovecha el estreno de The Amazing Spider-Man 2: El Poder de Electro para lanzar otro tomo de la Coleccion Extra Superhéroes protagonizado por el trepamuros. Nos encontramos ante Peter Parker: Spiderman 3: Una Muerte en la Familia, el tercer tomo centrado en recuperar la etapa de Paul Jenkins al frente de la serie Peter Parker: Spider-Man, incluyendo esta vez los números 44-57 USA.
Aunque pueda no parecerlo a simple vista, este material es de vital importancia debido a la trascendencia que tendrá en el futuro tanto de Peter Parker como de Spiderman. El principal arco argumental recopilado aquí gira en torno al Duende Verde, donde Norman Osborn decide recuperar el traje del villano para ir a por Spidey de una vez por todas. Harto de caer derrotado siempre ante el lanzarredes, el Duende decide atacar donde más duele, y conocedor de la identidad secreta del héroe se lanza a por sus seres queridos.
Parker descubre que su enemigo va en serio cuando traza un plan para que Flash Thompson sufra un accidente que le deja en coma y con pocas esperanzas de sobrevivir. Lleno de odio, Spiderman se lanza a por el Duende Verde y, en un enfrentamiento de los más duros que se recuerdan entre estos dos personajes, nuestro vecino y amigo se da cuenta de que lo que realmente busca Osborn es convertirle en algo que realmente no es. Fruto de esto, Spidey decide no acabar defitinivamente con el Duende y seguir fiel a sus principios, aunque muy a su pesar siga poniendo en riesgo la vida de sus seres más queridos.
Y es que si hay un fantasma que revolotea durante todo el tomo es precisamente ese, el eterno poder que acarrea responsabilidad. Spiderman posee un don que decide usar para hacer el bien, cueste lo que cueste, aunque a veces el precio a pagar sea demasiado alto. Esto se pone de manifiesto en el caso particular de Gwen Stacy, cuya muerte sigue pesando sobre nuestro protagonista, más por culpabilidad que por amor, y cuyo dolor y recuerdo está presente de principio a fin. Este es ya un tema cansino, ya lo era en la época en la que se escribió el cómic, pero lo cierto es que su tratamiento está más que justificado dentro de la historia que nos está contando Jenkins.
De la mano de esto nos acompañan también las dudas que se despiertan en Peter Parker sobre su contínua lucha contra el crimen. Durante bastantes momentos el personaje se pregunta por qué los villanos se empeñan en hacerle la vida imposible, cuál es su razón de ser, qué les lleva a tener ese comportamiento, y si es algo que terminará algún o día o está condenado a luchar eternamente. El hecho de encontrarse solo, tras su reciente «separación» de Mary Jane, no ayuda en absoluto a mejor su estado anímico.
Y en medio de todo esto, en un ambiente y un momento perfecto, Jenkins recupera otro de los puntos de inflexión de la vida de Spiderman, que es el momento en el que Tía May descubre que su sobrino es el superhéroe arácnido. May ha decidido que ha llegado el momento de saber más de esa vida oculta de su sobrino, y bombardea a preguntas con el único fin de aliviar la pesada carga que soporta.
Dentro de toda esta aparente seriedad, el guionista mantiene el humor del que ya venía haciendo gala la serie, aunque hay que decir que este se ha reducido mucho, y el halo de oscuridad, soledad, incertidumbre e inseguridad pesa cada vez más sobre un Peter Parker que no sabe hacia dónde dirigir su vida.
Aparte de todo esto, tenemos otros arcos argumentales secundarios en los que entraría en juego el guionista Zeb Wells, como una historia protagonizada por Hidroman y El Conmocionador con un claro regusto a la actual The Superior Foes of Spider-Man, o una historia «sin chicha ni limoná» en la que un grupo de empresarios deciden montar una casa de apuestas con las peleas de villanos contra Spiderman como centro de atención. Quedaría para el final la filosófica historia del Hombre de Arena y sus múltiples personalidades.
El apartado gráfico es quizás la parte que más a disgusto me ha dejado. Los dibujos de Humberto Ramos, a caballo entre lo manga y lo cartoon, me acaban resultando demasiado infantiles y desproporcionados, casi fuera de lugar. Es cierto que el Ramos de entonces no es el de ahora, y ojalá fuese el de ahora el que hubiese dibujado estos cómics. Al menos esto tiene una lectura positiva, y es que a pesar de todo es un estilo que le viene muy bien al Duende Verde.
Si bien los otros dibujantes se muestran correctos en su aportación a los números recogidos en este tomo, me gustaría destacar por encima de ellos a Sam Kieth, que aporta un dibujo sucio y roto, más de cómic europeo independiente que de cómic de superhéroes americano, que hace de la corta historia del Hombre de Arena una pequeña joya.
A pesar de que el dibujo no sea de mi agrado, o que a veces los temas tratados resulten ya demasiado cansinos, este tomo puede catalogarse dentro de la categoría de imprescindibles para los fans del trepamuros. Sus páginas resumen bastante bien el estado anímico del Spiderman de la época, recuperando viejos fantasmas y estableciendo la base para su yo de los próximos años. Además, su formato manejable y su atractivo precio lo hacen ideal para una lectura entretenida y reconfortante.