Panini Comics continúa con la reedición de material clásico de Thor, recopilando esta vez en el tomo Marvel Gold. El Poderoso Thor: La Llegada de los Eternos los números Thor Nº 279-290 y Annual Nº 7, que más o menos vienen a recoger la primera parte de lo que en Estados Unidos se ha llamado la Saga de los Eternos.
A pesar de esto, y con el fin de no dejar números sueltos por medio, el tomo comienza con cosas tan curiosas como una historia de Hiperión y el Escuadrón Supremo, de la que muchos dicen que es todo un homenaje a Superman. Sin embargo, lo importante viene a partir del Anual Nº 7 y del número 283, donde somos testigos del comienzo de la mítica etapa de Roy Thomas en Thor, además de la llegada de los Desviantes, los Eternos y los Celestiales al universo Marvel, seres creados por Jack Kirby cuya integración había sido objeto de debate hasta este momento.
Thomas, guionista de estos números, era partidario de esa integración, y ni corto ni perezoso, sabedor también de su poder dentro de la editorial, optó por seguir sus propias ideas y embarcarse en una saga épica de proporciones bíblicas. Con un total que rondó los 20 números y con referencias al pasado de Thor y de la obra de Kirby, Thomas no solo buscó la integración, sino que hizo gala una vez más de su obsesión por cerrar hilos y arreglar problemas de continuidad, recuperando detalles a incluir dentro de su propia historia de una forma coherente.
El tomo en sí nos narra el primer encuentro del Dios del Trueno con los Eternos, por un lado a modo de flashback en el Anual Nº 7, y por otro lado en el tiempo actual en el resto de números. La integración en el Universo Marvel se realizó por la senda de la superioridad, y aunque por una lado fue un acierto, por otro tuvo sus inconvenientes.
Los Eternos fueron establecidos como unos superhumanos creados por los Celestiales, unos seres divinos que están por encima de los propios dioses (como Thor). Ahora, tras miles de años guiando la evolución de sus creaciones, los Celestiales han venido a realizar su juicio final, que podría resultar en la destrucción de toda existencia. Por ello, Thor se une a los Eternos para combatir a los Celestiales, a los que incomprensiblemente se han unido Odín, el resto de asgardianos y los dioses griegos. Por si fuera poco, el Dios del Trueno también debe hacer frente a las fuerzas opuestas de los Eternos, los Desviantes. Casi nada.
Curiosamente, y por esa obsesión de Thomas que comenté antes, la historia bebe directamente de la cancelada serie de The Eternals, aunque bien es cierto que aquí se hace un buen repaso al material de Kirby, por lo que no es necesario haberla leído para comprender las cosas. Thomas, con buen hacer, nos va contando pequeñas historias encajadas perfectamente en la gran historia principal, que no pierden en ningún momento el hilo y que mantienen al lector intrigado con cosas como la extraña alineación de Odín.
Sin embargo, pese a ser el comienzo de una etapa mítica y épica, existen ciertos problemas creativos difíciles de salvar. Y es que no es nada fácil intentar concluir una serie dentro de otra, porque el espacio para el protagonismo es el que es, y no todos pueden contar con el suyo. Hay muchos Eternos que se quedan sin su momento de gloria, y el querer tapar todos los agujeros de continuidad da lugar a pequeñas inconsistencias e, incluso, contradicciones durante toda la historia.
En el apartado gráfico, tenemos por un lado al gran Walter Simonson al mando de los lápices del Anual, aunque desafortunadamente aún a falta de alcanzar su máximo potencial. Lo curioso es que las tintas de sus dibujos son obra de Ernie Chan, un entintador muy acaparador que tiende a llevar los dibujos a su terreno con un resultado más que decente.
Los primeros números del tomo cuentan con dibujos de John Buscema, que pone fin a una larga etapa en la serie, y lamentablemente no por la puerta grande. Es cierto que las tintas de Chic Stone no ayudan demasiado, pero hemos visto trabajos de Buscema mucho mejores a lo que contienen estas páginas.
Pese al trabajo de los dos dibujantes anteriores, la mayor parte de las labores artísticas del tomo recaen sobre Keith Pollard. Pollard no es uno de los dibujantes de la época que serán recordados por su grandeza, pero siempre fue muy competente en todos los trabajos que llevó a cabo. Eso sí, siendo sinceros, la épica no parece ser su fuerte, y no consigue retratar la divinidad y grandeza de los dioses, de Asgard y de las batallas como nos habría gustado.
Resumiendo, estamos ante una obra que busca una épica desmedida, algo grande que presentase en Marvel una historia como nunca antes se había leído en la editorial. Pero al pobre Thomas se le va de las manos presentando una historia complicada, difícil de seguir, víctima de su propia grandeza y de querer abarcar demasiado, casi más preocupada de cerrar cosas del pasado que de contar historias del presente, e intentando fusionar dos historias que no casan excesivamente bien.
Aún así, estamos ante el comienzo de lo que a la postre sería una etapa para recordar, por lo que todo amante de los cómics clásicos en general, y de Thor en particular, debería incluir este tomo (e inevitablemente el siguiente) en su lista de lecturas obligadas.