Panini Comics cierra este mes la que para muchos es la mejor etapa clásica del Hombre de Hierro marvelita con el tomo Marvel Gold. Iron Man: El Otro Lado de la Locura. Tras A Merced de Mis Amigos, al que siguió El Demonio en una Botella, después El Héroe Interior y tras este La Caída del Pozo Estelar, se cierra saga con el material perteneciente a Iron Man Nº 149-157 USA.
Como en los últimos números, el guión sigue siendo obra de la pareja formada por David Michelinie y Bob Layton, a los que acompaña John Romita Jr. en los dibujos, autores que nos brindan la conclusión a una etapa brillante.
Aunque a día de hoy ya sabemos lo que se avecina, en tiempos quizás no sabríamos que estábamos a punto de llegar a un punto y a parte. Sin embargo, leyendo estas páginas, todo tiene un ligero tufillo a cambio de tercio, ya que nos encontramos ante un par de historias que cierran hilos abiertos y algo más de material complementario que se puede calificar como meramente transitorio. Llegados a este punto, vemos como la serie se ha desarrollado de menos a más, y después de más a menos, perdiendo fuelle y continuidad hasta llegar a un momento en el que la mejor idea fue echar el cierre y ceder los bártulos a otros.
Centrándonos en el contenido de este tomo, por un lado tenemos los cierres de dos hilos argumentales que venían colgando desde atrás, que son la evolución y desenlace de la relación entre Tony Stark y Bethany Cabe, tras una historia de espías y secuestros, y la resolución del conflicto con el villano conocido como Unicornio. En el resto de páginas podemos ver historias que actualmente se calificarían como «de relleno», algunas de ellas ni siquiera protagonizadas por Tony Stark, sino por empleados de su compañía como el jefe de seguridad o el científico Scott Lang.
A partir del número 153, Bob Layton abandona las labores de guionista y, aunque sigue aportando trabajo en el entintado y las portadas durante algún número más, ya nada vuelve a ser lo mismo. Se nota en el aspecto general de la obra, pasando de ser una de las mejores etapas del personaje a una consecución de historias mediocres que ni vienen ni van, tanto en el apartado narrativo (donde Michelinie no consigue apañárselas sin Layton) como en el artístico (donde queda de manifiesto que las tintas de Layton aportaban más de lo que parecía).
En los dibujos, Romita Jr. nos brinda una actitud continuista a la de números anteriores, cerca de su mejor momento pero sin desbloquear todo su potencial. En estas labores artísticas, cuenta con la colaboración de Alan Kupperberg y Luke McDonnell, siendo este último el que se convertiría posteriormente en el dibujante regular de la serie del Cabeza de Lata. Sin embargo, pese a su esfuerzo, y como hemos comentado antes, se nota demasiado ese toque personal y característico de la etapa que aportaba Layton, y se mire por donde se mire el resultado final se resiente.
Aunque nos gustaría que este final de etapa fuese memorable, no ha sido así, y es complicado saber si por desgaste, cansancio, desgana, falta de ideas o que simplemente ya estaba planeado así. Aún así, no se puede negar que esta etapa ha marcado época en el Hombre de Hierro, sirviendo incluso de base para muchas de las historias que se cuentan hoy en día, y habiendo creado personajes que son absolutamente imprescindibles en el entorno de Tony Stark, como el propio James Rhodes. Por ello, este tomo se antoja tan imprescindible como los otros cuatro, y solo leyéndolos juntos podremos ser testigos de cómo nació el Iron Man de la época moderna.