En la primera parte de este análisis, habíamos dejado al Doctor Banner controlando su colosal y esmeraldado alter ego. En los siguientes números veremos como a poquetes este control va desapareciendo.
Por poner un ejemplo, M.O.D.O.K. “convence” mediante tortura a la Abominación para que vaya a arrearle unos cuantos mamporrillos a su enemigo de toda la vida. Y tiene que recurrir a la tortura porque el pobre Blonsky salió bastante mal parado en su último encuentro. La cuestión es que cuando comienzan a saltar las tortas y Emil ve que ya no se trata del Hulk salvaje y descerebrado que le había dejado perjudicado antaño, pues como que se confía y empieza a ganar la batalla. Justo en ese momento (que ya es casualidad), Banner descubre que la ayudante que tiene en esa época es realmente una agente de S.H.I.E.L.D. infilrada para tenerlo controlado y evitar que vuelva a ser un Hulk malote. La mala leche que le entra en el cuerpo le sale del mismo en forma de golpes y más golpes dirigidos a Abominación. Para cuando quiere darse cuenta de qué está haciendo el pobrecillo Emil Blonsky, está echo un ovillico llorando y suplicando que no le haga más pupa. Sip, el control se debilita…
Y van avanzando los números de la serie y nos damos cuenta de que cada vez es menos sereno y más enfadable. Durante esta etapa es cuando tiene lugar la famosa Secret Wars de Jim Shooter. Por eso vemos a La Masa en esa serie controlada por Banner, pero un poquillo irritable.
Y llega el momento de mostrar la verdad oculta, y es que resulta que Pesadilla (el malo maloso del mundo de los sueños y archienemigo del Dr. Extraño) es quien ha estado minando paulativamente la autoridad psíquica de Banner sobre su yo verdoso. Y es que Pesadilla pretende usarlo como peón para cargarse a su enemigo del alma. El proceso no tiene reversión posible y Banner prefiere sacrificar su humanidad antes que compartir su vida con el Hulk salvaje. Y para evitar que el coloso esmeralda sea una marioneta, se transforma y lanza toda su furia contra Pesadilla. Refinitivamente hemos perdido a Banner.
Y de nuevo tenemos a Hulk más cabreado y rabioso que nunca. Hasta el punto de que, en el 300 USA, todos aquellos héroes que le felicitaban un par de añetes atrás, ahora intentan detenerlo. Incluso reaparece aquella estatua de adamantium que le regalaron (y que usa Hulk como proyectil para intentar librarse de los pijamistas que le atacan).
Finalmente el Doctor Extraño decide que la única manera de evitar dañar a Hulk y que este haga más daño es exiliarle fuera de la Tierra (¿a que os suena un poquete a Planet Hulk?). Y decide mandarlo a La Encrucijada, un cruce de caminos entre dimensiones desde el cual puede acceder a distintos lugares pero sin llegar a hacer mal nunca a nadie ni a sí mismo.
Así Mantlo utiliza esa excusa para contar historias en las que Hulk es un mero espectador. De esta forma (y acompañado por una nube de esferas), le vemos presenciando relatos que tratan de la destrucción sin sentido, la amistad, la traición, la supervivencia, etc.. Y, con el paso de los números, esa nube de esferas cobra forma y se transforma en tres personajes creados por el inconsciente de Banner: Luz, Guardián y Duende.
El primero es un una especie de prisma-estrella roja brillante que simboliza el amor. El segundo es una especie de cazador armado con arco y flechas de color anaranjado que parece ser una especie de ángel de la guarda protector. Y el tercero recuerda a un gremlin maloso y azulado que representa el odio y el mal. Los tres acompañarán al coloso esmeralda en sus últimas aventuras en La Encrucijada. Y será precisamente en el penúltimo número guionizado por Mantlo donde nos dejaría otra semillita que en el futuro sería regada y cosechada por Peter David.
El 312 USA se llamaba Monstruo. Y en él Mantlo nos presentaba al padre de Banner. Un padre que no deseaba tener hijos pero que accedió a ello por la insistencia de su esposa. Un padre que desde que vió por primera vez a su hijo pensaba que este sería en el futuro un monstruo por los efectos secundarios de los años de investigaciones atómicas que había realizado y que sin duda debían haber hecho mella en su estructura genética. Un padre violento que maltrataba tanto a su mujer como a su hijo (malos tratos que usó David como excusa para el origen de las personalidades múltiples que tanto desarrolló en su etapa). Un padre que, realmente, es el monstruo al que se hace mención en el título del cómic.
Y llegamos al adiós, al 313 USA, y a un pequeño intercambio. En aquellos tiempos John Byrne se había cargo de Alpha Flight, y en ese momento andaban buscando un nuevo cuerpo para Walter Langowski, ya que el suyo había sido destruido (mejor no hagáis preguntas). Así que mandan una sonda interdimensional para ver si encuentran algún cuerpo sin mente para que Walter lo habite. De una forma tan gráfica como si de una caña de pescar se tratase, el cuerpo de Hulk regresa a la Tierra, aunque en el proceso el alma de Langwoski se queda atrapada en La Encrucijada.
La cuestión es que, a partir de ese pequeño cruce, los artistas se intercambiaron las colecciones. Hulk quedó bajo la tutela de Byrne, y Mantlo se encargaría de narrar las aventuras del grupo canadiense. Atrás quedaron cinco años de Hulk. Atrás quedaron grandes cambios para el personaje. Atrás quedaban varias ideas geniales que serían aprovechadas por los guionistas venideros. Atrás quedaba, en definitiva, una gran etapa en la historia de Hulk.