Difícil tenemos los que pasamos sobradamente de la treintena reseñar el macrovolumen que recientemente ha editado Panini sin que nuestro corazoncito de fan lance un ligero suspirín de nostalgia. Y es que tanto en los últimos coletazos de Vértice como en los primeros de Forum, fuimos testigos de esta gran etapa que redifinió totalmente el concepto de los mutantes, comenzando titubeantemente a dar los primeros pasitos del camino que llevaría a estos personajes a lo más alto de la editorial, haciendo peligrar (o incluso destronar) la supremacía arácnida en cuanto a popularidad en La Casa de las Ideas.
Y es que Claremont fue capaz, como pocos, de combinar perfectamente el lado más pijamero y trepidante de las aventuras superheróicas con la parte más pastelona y culebroniana historia que nos podamos echar en cara. Ríanse ustedes de las telenovelas que ven sus queridísimas madres en las sobremesas de entre semana. Aquí teníamos de todo: amores, desamores, tríos, amores imposibles, incomprensión, rechazo, soledad, personajes que se hacían los malotes pero tenían el corazón más blandito que un bollycao… Todo tenía cabida bajo la batuta de Claremont.
Y si encima le añadimos un Byrne primerizo, titubeante, que número a número se va afianzando en su propio estilo alejándose de ese estilo que recordaba demasiado a Neal Adams (como otros muchos que en sus inicios recuerdan a este artista). En cada nueva entrega veíamos cómo mejoraba gráficamente, cómo narraba magistralmente. De hecho, hay que reconocer que gran parte del peso de la fama de esta etapa recae en el apartado gráfico.
Peeeeero… No hay que dejar de lado al tristemente desaparecido Dave Cockrum. Que si bien puede que no sea tan popular como Byrne, quizás porque mediaticamente no fue nunca tan problemático como el barbado canadiense de las gafas, pero cumple de sobra en todos y cada uno de sus números. Y al que más adelante volveríamos a ver de nuevo en la colección, en la mítica saga de El Nido, pero eso ahora no nos incumbe.
Además, no ha envejecido lo más mínimo. Perfectamente podría ser editado en la actualidad que casi fijo que volvería a convertirse en el peazo clásico imprescindible de la historia del pijamismo que es.
Si a todo esto le sumamos un precio asequible, un papel decente, un formato de esos que tanto gusta a los coleccionistas porque queda bonito en las estanterías, a pesar de ser un poco inmanejable para su lectura, solo faltaría hacerse una pregunta: ¿qué narices haces si no te lo has comprado todavía? ¿Qué? ¿Que ya lo tienes en otro formato? ¿Y qué? ¡¡ESTO ES HISTORIA DEL PIJAMISMO!! Y nunca antes se había editado de esta forma por nuestros lares.